
ELLA ES LUISA BENGOLEA , LA TÍA QUE CRIÓ A MI ABUELA ROSA, AL MORIR SU MADRE, ANGELA BENGOLEA CUANDO NACIÓ UN HERMANITO.AL LADO SU ESPOSO, MANUEL ARAYA.Historias relacionadas a los Bengolea (nota del diario LA REACCIÓN )
La importancia que le doy es porque Luisa fue como la madre de mi abuela que perdió a su madre siendo muy pequeña.
LA VIRTUD DE UN HOGAR
El orgullo más hermoso y de mayor aprecio que puede ostentar un hogar, es el que simplifica la condensación de haberlo formado y elevado en el paulatino correr del tiempo hasta la cumbre que la consagra, respetuosa y noble de aprecio y estimulación general.
Cuando un hombre ciñe su hombría en holocausto del hogar y vela por él, procura encaminar su norma de conducta, sin que jamás deba reprocharse el mínimo error, ese hombre ha cumplido con el más caro precepto de la vida.
Ha satisfecho su propia felicidad y la de la noble compañera, unida a su lado por los sagrados e indisolubles lazos del amor.
La vida es breve, tiene sus horas de bella felicidad, de dulces alegrías, de encantos imprevistos; pero también en ella se hallan horas de cruenta amargura, de dolorosos intervalos y de imprevistas penas.
Pero el corazón fuerte, el que ha templado el alma, a todos los designios que la vida pueda ofrecernos, ese sabe agradecer la generosidad de la madre natura, tanto en las horas felices, como en las que nos llenan el espíritu de amarguras.
Un hogar cuyo jefe tiene de la vida ese concepto, no fracasa, por el contrario, si fuera formado en el llano de la humildad, no lo veremos estancarse, sino que a fuerza de respeto, honestidad y labor, elevarse hasta el más alto nivel a que aspira colocarse toda sociedad humana.
Dentro de la sociedad de cada pueblo, de cada ciudad, de cada Nación, existe un culto a la propia elevación moral, material y social.
Para conquistar con éxito primero la marcha y luego el sitial preferido, es fuerza indiscutible una recta línea de conducta, invariable y tenaz, es necesario bregar sin amilanarse, ni desalentarse ante los escollos que en el sendero de la vida, a cada instante hallamos.
Sólo así, siendo perseverantes, sin precipitaciones, glosando las horas de labor y de descanso, con amor y mutuo respeto, es como el hogar llega a la victoria, inmaculado y digno del homenaje y del cariño.
En nuestra sociedad, muchos son los hogares que pueden ostentar con legítimo orgullo, ese sagrado blasón. Uno de ellos, es el que hay, en homenaje a sus generosos fundadores los esposos DOÑA LUISA BENGOLEA y DON MANUEL ARAYA, ambos recientemente fallecidos es que LA REACCIÓN ( diario rosarino de 1920 aproximadamente) los recuerda, porque sus páginas se engalanan con sus respetados nombres y porque así, cumpliendo su misión social, brinda al pueblo el ejemplo de un hogar, donde la armonía, el amor y el respeto, fue el lema sagrado e inviolable que lo elevó al cariño de sus semejantes.
Fue DOÑA LUISA BENGOLEA, una hermosa niña, nacida el 22 de marzo de 1851, es decir, en la romántica época en que fenecía el gobierno de ROSAS. Educada bajo la unción respetuosa del hogar paterno, había recogido en su alma la bella distinción de un afable carácter, que con sus hermosos dones naturales, la hicieron una de las más apreciables jóvenes de aquellos tiempos.
Casi de su misma edad, es decir, nacido el 6 de enero de 1850, era el que fue su amantísimo esposo, el caballero DON MANUEL ARAYA, hijo de una respetabilísima familia que gozaba en la vieja sociedad de la época colonial, de un sitial envidiable.
Fue su cuna la hermosa población de CRUZ ALTA. Allí pasó los primeros y floridos años de su adolescencia.
Joven aún, pero impregnada su alma de una voluntad de acero, se largó a la conquista de su propio porvenir, pleno el espíritu del más sano optimismo, lo que le valió que sus amigos de aquella época, le llamaran cariñosamente “EL HOMBRE DE HIERRO”.
Resuelto, caballeresco y valiente en toda la aceptación de la palabra, se le vio alistarse en las patrióticas pléyades de nobles soldados que combatieron contra los indios, y dejó detrás de sí, una gloriosa recordación de hidalguía, que había heredado de su padre, el valeroso TENIENTE CORONEL REYES ARAYA, que al lado del GENERAL URQUIZA, luchó por la libertad de la patria y por su engrandecimiento.
Terminada la cruenta lucha contra los parias del desierto, donde conquistara el grado de CORONEL PROVINCIAL y apenas esbozaban los diecinueve años. Comenzó a labrarse el estimado y la confianza de dos grandes estancieros de aquella época y ser de ellos el honrado y valiente cuidador de sus intereses. Sólo, sin temor, ni amilanarse, se le vio recorriendo en compras de haciendas por las provincias del Norte, por los peligrosos lugares del Chaco y Misiones, y dejando en todos ellos en cambio el aprecio de su bondad y respeto.
En los albores del año 1872, es decir, a los veintitrés años, contraía enlace, con la que fuera su amantísima esposa, con la señorita LUISA BENGOLEA. Su nuevo estado, valorizó aún más su espíritu emprendedor y se trasladó a un lugar cerca del pueblo de TORTGAS, donde con el pequeño capital de unos cientos de pesos que había con su labor ahorrado, instaló un pequeño negocio de almacén de artículos generales.
Su constancia, su perseverancia, como la ayuda de su buena compañera, coronó de éxito su labor.
Fue así como en el año 1886, sus amigos, que formaban legión, pudieron con la mayor alegría ver aquel pequeño negocio, transformado en una de las más importantes casas de comercio del ya más adelantado pueblo de TORTUGAS, dedicándose con preferencia a las negociaciones y transacciones en la compra y venta de cereales.
En el año 1892, los esposos ARAYA BENGOLEA , satisficieron uno de sus mayores deseos: la compra de un importante establecimiento al Norte de MARCOS JUAREZ (hoy estación SAIRA)llamado “ LA FORTUNA”, establecimiento que fuera del señor PEDRO LINO FUNES. Fue entonces que la labor del señor ARAYA, se intensificó hasta adquirir enormes proporciones, que lo hicieron uno de los más nobles y poderosos capitalistas.
Definida ya su posición y conquistada en la sociedad el merecido lugar para su honesto hogar, donde su familia le veneraba, se creyó que amoldaría su vigoroso espíritu de batallador al descanso que con sus innumerables sacrificios había bien ganado.
Pero incansable, aún algo alejado del trajín diario, no descuidó, ni dejó de ser el guía y el factor que continuara, encarrilando sus cuantiosos bienes, distribuidos en los más brillantes negocios, a los cuales con sano criterio y sin egoísmos habíale entregado toda la rica energía de su juventud.
Pero llegó el momento en que aún contra su voluntad férrea de luchador, se entregó por entero al reposo, y allá, recordando con la cariñosa esposa las mejores horas de felicidad, la inexorable parca le sorprendió. La hora imprevista había llegado y aquel hombre que fuera todo músculos, idea y energía, rindió tributo a la vida. La desolación que su inesperada partida causara en su noble compañera, fue cruel y tras breve luchar, ella la matrona noble y generosa DOÑA LUISA BENGOLEA DE ARAYA, orgullo, por sus dotes personales de la sociedad rosarina, se fue tras él como si en la imborrable estela de recuerdo, le señalara el sagrado camino, que hubiera allá, en lo más ignoto de volverlos a unir para nunca jamás separarlos.
El deceso de los esposos ARAYA BENGOLEA , causó en el seno de nuestra sociedad, una dolorosa impresión que se exteriorizó en forma elocuentísima al efectuarse el sepelio, en la necrópolis local y a la cual rindió su justo homenaje cuanto valer cuenta la familia social rosarina, que vistió de luto ante tan irreparable pérdida.
HOMENAJE
LA REACCIÓN que sabe apreciar los verdaderos valores que encierra el dolor, que no olvida en su misión el cumplimiento de un merecido homenaje, hoy en sus modestas columnas reproduce sintéticamente la más bella página de dos almas generosas y nobles que dieron a la vida su precioso fruto, legando al presente y a las generaciones futuras un ejemplar molde donde acuñarse y hallar la verdadera luz que guíe las almasque emprendan el sendero por ellos recorrido, sin un sólo desmayo en las conquistas del propio bienestar.¡Paz en su tumba!
Diario La Reacción de 1920, Rosario que guardaba celosamente mi madre.
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